El reciente trabajo en proyectos me ha llevado a pensar acerca de los servicios que las organizaciones del sector social proveen a sus clientes y la diferencia que esto hace para ellos en el largo plazo.
El reciente trabajo en proyectos me ha llevado a pensar acerca de los servicios que las organizaciones del sector social proveen a sus clientes y la diferencia que esto hace para ellos en el largo plazo. En nuestro sector, ponemos gran esfuerzo en asegurar que los servicios se mantengan en el día a día y que cumplan con ciertos estándares. Aunque esto es esencial, por su puesto, es importante mantener a la vista los objetivos a largo plazo de un servicio o programa.
Acá hay un ejemplo. Recientemente ayudé a desarrollar unas entrevistas y grupos focales para gente con discapacidades viviendo en asentamientos aislados en el norte de Australia. El objetivo era informar el diseño de servicios para este grupo de personas y sus cuidadores. Una de las perspectivas que emergió fue acerca del balance entre lograr que las necesidades diarias fueran cumplidas y lograr cambios en la calidad de vida en general. Por un lado, los individuos se preocupan por ser capaces de moverse alrededor de sus casas de la manera más segura y eficiente posible. Tener rampas en lugares clave, por ejemplo, permiten lograr esto. Por otro lado, la gente también quiere lograr abordar problemas que van más allá del día a día, como lo es el aislamiento por ejemplo, o no ser capaces de pasar tiempo con miembros de la familia o visitar lugares que son especiales para ellos.
Otro ejemplo es el apoyo que se le da a individuos y grupos para empezar pequeñas empresas. El trabajo que hemos hecho con Proyectos de Aprendizaje Empresarial (Enterprise Learning Projects) y con BreadforLife (Pan para la vida) se me viene a la cabeza. Ambas organizaciones ayudan a personas en situación de desventaja a construir su confianza y habilidades en negocios. Una vez más, hay beneficios tangibles que se logran a partir de los nuevos ingresos y el desarrollo de habilidades. También hay cambios a largo plazo y difíciles de ver, que resultan de un crecimiento del autoestima o confianza, de la autosuficiencia y de un sentido de conexión, al igual que de lograr un lugar más fuerte en la economía.
En estos ejemplos hay una dinámica entre el trabajo transaccional y el trabajo transformacional. El componente transaccional es por lo general un servicio regular de algún tipo, que se da a diario. Inclusive puede ser una visita domiciliaria a una persona con una discapacidad o un entrenamiento de actualización para emprendedores a pequeña escala. La parte transformacional es aquello que sucede a largo plazo, especialmente la diferencia que se logra en cuanto a la calidad de vida de las personas a partir de reducir el aislamiento, por ejemplo, o lograr mayor confianza y autoestima. La clave es que todos los involucrados mantengan tanto los aspectos transaccionales como transformacionales del frente de trabajo y en el centro de su pensamiento. Aunque pongamos gran esfuerzo trabajando en el día a día, es crítico nunca perder de vista el propósito general del trabajo.