¡No! El desarrollo se está haciendo por nosotros.
Cuanto más trabajo con comunidades y organizaciones comunitarias, más aprendo sobre el valor del aspecto interpersonal del trabajo de desarrollo. Para ser eficaces, los profesionales de los sectores que interactúan regularmente con las comunidades locales deben escuchar mejor, empatizar más y tomarse el tiempo para comprender las complejidades de la vida comunitaria. Estas habilidades y aptitudes están infravaloradas, pero marcan una enorme diferencia en la calidad de la colaboración entre las comunidades y los profesionales externos que buscan trabajar con ellas.
En ningún otro lugar resulta más evidente esto que cuando se empieza a debatir un proyecto. Un proyecto puede ser una mejora de un servicio como el cuidado de niños o de ancianos, una iniciativa para abordar un problema social como la desvinculación de los jóvenes o una investigación diseñada para arrojar luz sobre un problema local. De cualquier manera, la forma en que se desarrollan los debates iniciales proporciona una idea de las formas en que el poder se manifiesta en la relación entre la comunidad y los profesionales visitantes.
La realidad es que, a menudo, los profesionales acuden a la comunidad con una idea preconcebida para un proyecto. Puede ser una idea que surja de cambios en la política gubernamental (como más dinero para apoyar a los padres) o algo que sea fundamental para los objetivos de una ONG, como ludotecas o grupos de jóvenes. Se supone que los profesionales deben ser creativos. Lo que debemos hacer es aportar ideas y sugerencias.
Después de habernos contactado con la comunidad y haber sido invitados a compartir nuestra propuesta, podríamos proponer nuestra idea a la comunidad y al mismo tiempo decir que queremos que sea liderada por la comunidad. Aquí es donde la cosa se pone interesante, porque la pregunta es: ¿quién está a cargo del desarrollo? Una de las respuestas más directas que escuché fue cuando un miembro de la comunidad dijo:
No, no se puede hacer así. No se puede venir a nosotros con una idea y luego hablar con un grupo de personas individualmente, esperando que eso sea suficiente. Tenemos que decirles con quién hablar y cómo queremos tomar decisiones sobre este tema. Es necesario que participen las personas adecuadas y necesitamos tiempo para hablarlo.
Es posible que él pensara, como yo, que el desarrollo estaba a punto de llegar a la comunidad, pero cuando la gente local puede decir lo que quiere, el poder se desplaza y, como resultado, los resultados suelen ser mejores. Lo que hace falta es que los forasteros nos planteemos estas preguntas a nosotros y a la comunidad:
- ¿Cuál es el mejor proceso para discutir nuestra idea?
- ¿Quién debería participar?
- ¿Cuándo es el momento adecuado para hacer esto?
Lo que buscamos es encontrar un punto óptimo en la conversación en el que la comunidad esté al frente, es decir, que sean ellos quienes realmente tengan los bolígrafos y escriban en la pizarra.
Las mejores ideas surgen de la colaboración de personas durante un período de tiempo. El problema es que, con demasiada frecuencia, no existe una relación existente entre la comunidad y los profesionales externos. Puede que exista una historia de trabajo entre su organización y la comunidad, pero cada vez la comunidad tiene que tratar con un nuevo miembro del personal. Esto significa que cada vez la relación empieza desde cero. Es un problema común en organizaciones, sectores o lugares donde la rotación de personal es alta. En ausencia de una relación sólida de confianza y compenetración, la primera conversación es la que resulta crucial.